Ruta: Pezuela de las Torres.
Distancia: 7
Km .
Dificultad: Baja
Nuestra
marcha de hoy ha tenido como novedad que nos la ha mostrado Mariano, un vecino
de Pezuela de las Torres que
generosamente nos ha dedicado su tiempo y nos ha paseado por los alrededores
del pueblo que le vio nacer.
Delante
del ábside románico de su iglesia, nos hemos hecho la foto de grupo y hemos
dejado los coches para echar a andar hacia la ermita de la Soledad que está
junto al cementerio y en el camino que desciende hasta la Fuente de Abajo a donde nos dirigimos.
Para
llegar hasta la fuente hay que bajar una
pronunciada pendiente y mientras lo hacemos, vamos viendo, en el profundo valle
que aparece ante nosotros, campos sembrados, algunas huertas y diferentes
caminos que serpentean en cualquier dirección por los distintos cerros.
Delante de la fuente, Mariano nos recuerda que hace
tiempo, de sus cinco caños salía agua con la que se abastecía todo el pueblo,
pero que desde que se llevó el agua corriente a las casas, el caudal se redujo
a los dos caños que ahora vemos y que vierten sobre un pilón abrevadero y una
gran pila lavadero, lugar donde en otros tiempos, la gente del pueblo se reunía
a charlar y comentar todos los acontecimientos
del día.
Allí
delante, yo me imaginaba, el trasiego de mulas y burros cargados con los
cántaros camino de la fuente y a las mujeres cantando de camino al lavadero con los cestos de ropa para lavar y hasta a
los niños jugando alrededor del agua dando vida con sus voces y griterío a este
paisaje que hoy vemos tan solitario y silencioso; pero aunque la vida ha
cambiado, ahí sigue la fuente desafiando el paso del tiempo, sin dejar de
soltar su agua y con las marcas que le
dejaron los miles de cántaros que en ella se llenaron.
Desde
la fuente bajamos hacia el valle por uno de los montes y por una senda a media
ladera. Las zarzamoras remarcan las lindes del sendero. El campo está salpicado
de olivos, muchos de ellos abandonados. También aparecen algunas higueras que
ahora tienen sus ramas tristes y grises como Juana de Ibarbouru les canta en su
poema.
Frente
a nosotros se divisa un gran pinar. Nuestra senda mientras nos aleja del
pueblo, nos acerca a unas cuevas que desistimos de visitar. Por una pronunciada
cuesta al fin llegamos al nacimiento de otro manantial que según nos cuenta
Mariano antes llevaba mucha más agua.
Continuamos
por una carretera durante un buen trecho y la abandonamos para comenzar a
ascender por un monte repleto de pequeños robles hasta alcanzar de nuevo el
páramo donde se encuentra Pezuela de las Torres. Ahora entramos en el pueblo
por una urbanización llamada de ”Los
Caminos”, situada en un entorno de amplios campos de labor.
Caminando
por el pueblo, aún se aprecia su antiguo aspecto agrícola y rural. La mayor
parte de sus casas están blanqueadas. Hemos pasado por delante de la antigua
posada, una casona del Siglo XVIII y estando al lado del antiguo Pósito ha
aparecido Pio que nos ha llevado a su bodega. ¡Menuda sorpresa! Resulta que
Pezuela está toda horadada por debajo de sus casas formando bodegas. La de Pio
es espectacular; además, hemos sido recibidos con un caldo caliente, unas
botellas de vino y unos platos de jamón.
Hemos
quedado pendientes de que nos devuelvan la visita. De Asociación a Asociación.
Ellos de la de agricultores de Pezuela y nosotros de una Asociación cultural de
Alcalá.
Al
salir de la bodega, la campana de la Iglesia tocaba con obstinación pues era la
hora de misa y nos hemos acercado hasta la Parroquia de Nuestra Señora de la
Asunción para verla por dentro. Se trata de un templo de tres naves, teniendo
la central, cabecera circular. Por fuera, en la nave de la epístola hay un bonito
pórtico renacentista cubierto, con un jardín delante dando toda esta fachada a
la plaza donde se halla la Picota del Siglo XVI de siete metros de alta,
levantada sobre unas gradas y rematada por cuatro leones.
Pezuela
de las Torres perteneció hasta mediados del Siglo XVI al concejo de Alcalá,
formando parte de 25 villas de su alfoz.
Los
vecinos hubieron de reunir un millón y
medio de maravedíes que pagaron al rey Carlos I para alcanzar el privilegio de
convertirse en villa; siendo la primera que se separó del Alfoz y firmado su
título por la reina Doña Juana.
Fue
en tiempos de Felipe II cuando se levantó su rollo o picota que para entonces
era muestra de haber conseguido el título de villa. Anteriormente, los rollos y
picotas tuvieron otra función cuando en las Partidas de Alfonso X quedó
legislada la picota como un lugar de exhibición para castigo y deshonra.
Teniendo
en cuenta su función ejemplarizante solían ubicarse en las entradas de los
lugares y en las plazas.
Fueron
las Cortes de Cádiz del Siglo XVIII las
que abolieron los señoríos y también ordenaron destruir estos símbolos
intimidatorios que sirvieron de escarnio. En la actualidad las que han
permanecido han quedado como bien de interés cultural.
Antes
de abandonar Pezuela visitamos la bodega de Mariano, nuestro guía de hoy y
regresamos a Alcalá cuando el cielo se cubría de nubarrones negros que no
tardaron en descargar su agua.
¡HASTA LA PRÓXIMA!
No hay comentarios:
Publicar un comentario