Grupo
de Caminantes
Ruta: Ruta del río Ungría. De Caspueñas a Valdeavellanos
Distancia: 12 Km .
Dificultad: Baja
Fecha: 17 de Noviembre de 2013
Hoy
amaneció lloviendo, pero, a las 8h, todos los caminantes nos hallábamos en
nuestro punto de encuentro sin temor al mal tiempo y equipados de chubasqueros,
gorros, capas de agua y paraguas, atraídos por esa especie de magnetismo que
ejerce cada domingo la
Naturaleza sobre nosotros y dispuestos a no perdernos la
marcha en compañía de gente tan estupenda como la que componemos el grupo.
Hasta la perra Blacky ya sabe que llega el domingo y se alegra de encontrarnos.
Hemos
desayunado por segunda vez en el bar de Caspueñas y desde allí hemos salido
caminando hacia Valdeavellanos. Lo hacemos primero por un tramo del camino ya
conocido y por la margen izquierda del río Ungría.
Después
de 2 Km .
el camino se bifurca. Por la derecha sigue hasta Atanzón y de frente nos lleva
hasta Valdeavellanos.
La
mañana ha continuado metida en agua durante todo el trayecto. La lluvia no solo
riega los campos que la reciben
agradecidos, sino que envuelve todo en humedad y lava las plantas y los matorrales entremezclados que pueblan
el suelo. Las gotas de agua sobre los majuelos semejan lágrimas de cristal
transparentes que le hacen parecer artificiales por su gran belleza.
¡Con cuanta armonía conviven el agua y
la vegetación!
Durante
casi 4 Km .
nuestra ruta transcurre ascendiendo de forma tendida y constante, mientras que
al otro lado del valle vamos viendo a lo
lejos, la senda que conduce hacia Atanzón, primero por la vega y después
serpenteando por el monte hasta llegar a donde se halla el pueblo. También
vamos divisando el valle cada vez más hondo y el río Ungría transcurriendo
oculto entre huertas y árboles ya casi desnudos.
Nuestro camino, por suerte, en un día como el de hoy es una amplia pista de tierra apisonada que nos facilita la marcha. La lluvia se muestra pertinaz, fina y constante.
A las 11h, aparecen las primeras naves de Valdeavellanos y enseguida vemos a la izquierdade nuestro camino el Camposanto y a la derecha el pueblo en el que sobresale su Iglesia parroquial con su espléndida espadaña triangular de dos pisos.
De
pronto, la inmovilidad y el silencio del campo queda interrumpido por el tañido
de las campanas que parece que han visto a los caminantes llegar y nos quieren
recibir con un estruendo festivo.
Antes
de entrar en el pueblo, encontramos la ermita de San Roque que está cerrada. Un
vecino del pueblo me dice que es un santo muy venerado aquí porque
probablemente, tuvo que ver con la salvación milagrosa de la gente que en este
pueblo contrajo la peste hace muchísimos años y recurrieron a su intercesión ya
que San Roque también tuvo esta
enfermedad y para no contagiar a nadie, se retiró a un campo solitario, donde
fue alimentado por un cuervo que cada día le llevaba un pan. ¡Todos los pueblos
atesoran viejas historias!
Cuando
llegamos delante de la Iglesia
nos quedamos sorprendidos ante su espléndida portada románica. La forman seis
arquivoltas, apoyando sus arcos sobre capiteles tallados toscamente, aunque
algunos muestran escenas de animales con gran realismo e ingenuidad.
Como
empezaba la misa, hemos permanecido reunidos bajo su pórtico de arcos ojivales,
cubierto de madera, para después pasar a visitar el templo por dentro que está
dedicado a Santa María Magdalena.
Cuando
por fin termina la misa pasamos a ver la Iglesia por dentro. En su origen fue de una sola
nave con el presbiterio cubierto de una bóveda semicircular y en el interior
del ábside, tres pequeñas ventanas. En el Siglo XVI se le añadió otra nave en
el lado del Evangelio y se agrandó el coro. Fue el momento en el que se le dio
la vuelta a la viga de madera con policromía del Siglo XIII que sustenta el
coro y bajo el que se halla la pila bautismal contemporánea de la puerta de
entrada pues tiene la misma cenefa de
ochos que una de las arquivoltas.
Muy
cerca de la Iglesia estuvo la casa de los La Bastida , familia que en el Siglo XVII vino del norte de la
península acompañando a los Mendoza. De su casona, solo queda en pie, el dintel
de la puerta y sobre él, el que fuera su escudo nobiliario. La familia La Bastida tenía en el
término de Valdeavellanos enormes
viñedos y ganadería brava. También tuvieron un gran palacio en Guadalajara, hoy
desaparecido.
El
pueblo tiene unos 100 habitantes y está a 10 Km . de Lupiana. En el Siglo XVI recibió el
título de villa de parte del Emperador Carlos I y de este tiempo es su picota.
Hoy
Valdeavellanos tiene pocos lujos. Dos centros lo conforman: La Plaza Mayor con el
Ayuntamiento y su picota sobre una escalinata con fuste estriado rematada por
cuatro cabezas de leones y su Iglesia Parroquial
del Siglo XII.
Eran
las 12 h cuando emprendemos el camino de regreso. Otro vecino nos ha informado
que solo cuatro avellanos quedan en el entorno de este pueblo que luce como
nombre Valle y como apellido el nombre de tales árboles, lo cual indica que
antiguamente debió tener muchos. También nos dice que bajemos hasta la fuente
de los ocho caños donde se encuentran el lavadero y un espacio cubierto en el
sitio que hubo un molino y que hoy es un agradable lugar para reunirse los del
pueblo y divisar el bello paisaje que les separa de sus vecinos Atanzoneros.
Solo
nos queda regresar a Caspueñas por el mismo camino y tomar la cerveza del día.
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